Los besos
Cuando uno no besaba, un beso era algo inexplicable, redundante y misterioso. Algo revisitado constantemente: Uno no besaba pero sabía todo acerca de los besos. Lengua dura o lengua blanda, boca abierta, boca cerrada. Los besos son algo que en nuestra primera adolescencia podemos dar lección (oral, claro) sin haber hecho un sólo trabajo práctico.
Lo recuerdo a Guille Baez... en los pasillos de la UTPBA contándonos como era eso de besar... los sabores diferentes, las humedades tentadoras y bastante repugnantes que hacían imaginar proezas de babas abrillantadoras de labios.
Los descuidos
Cuando uno ha besado, ha babeado y vuelto a besar, empieza a desconfiar de los besos. Cosa rara un beso, que puede ser llave de entrada y barrera de peaje al mismo tiempo. Un beso enamora, otro dice "hola amor" y cierra cualquier tipo de expectativas de baba lasciva.
Con el tiempo empecé a valorar los descuidos, tanto como a los 15 amaba a los besos.
Los besos y los descuidos
Los besos son como el dulce de leche y nuestro amor evidentemente empalaga. Los descuidos son como la coca: dulces pero ácidos. Burbujeantes y oscuros. Cuando nos cansamos de las armaduras, cuando nuestros caballos de ira y locura ya no pueden soportar nuestro peso, vienen los descuidos.
Tus descuidos
Cuando te secás el pelo en el baño... boca abajo, con la cabellera jugando entre la gravedad y el viento caliente... me gustás.
Cuando dormís, entre murmullos de cervicales molestas y se adivina una lengua entre tus labios, me gustás.
Cuando le sonreís a la vida, creyéndome ausente, me gustás.
Hoy a la mañana verte en esa remerita blanca, la tanga roja... indefensa y maravillosa.
Me gustaste.
Hasta siempre amor. Gracias por tus descuidos.