Aquellos valientes tigrecitos de Mompracem


Uno
Sandokan fue el primero de mis heroes. En un tiempo donde ser heroe no era fácil, El valiente pirata de la Malasia me dió ánimos y valentía.

Atras había quedado Mario Alberto Kempes, el Lole Reutemann e incluso Ricardo Enrique Bochini. Sandokan tomó otra magnitud, simplemente porque fue aquel que me enseñó a leer... el Tigre de la Malasia fue mi primer libro, aquel que nunca se olvida.DosLos libros eran un misterio. Una de esas cosas que papá y mamá tenían pero no compartían. Claro que tenía (como no), los libros de Winnie Pooh, el pajarito remendado y Blanca Nieves con los siete enanitos adosados. Pero yo quería un libro dendeveras, lleno de letras y con la menor cantidad de dibujos posibles...Tres Emilio Salgari no salió nunca de Italia.
Es asombroso que sea lo primero que se mencione cuando se habla del autor de Sandokan, El Corsario Negro y El Tigre de la Malasia.
No se habla de su capacidad de inventiva, no se habla de su genialidad para describir a la perfección lugares a donde nunca ha viajado, se habla de su italia-prisión. El lugar que nunca dejó, la vida que nunca tuvo.

Cuatro
Cuando se tienen cinco años a punto caramelo de seis, no necesitamos saber que Salgari nunca pudo conocer como es realmente un habitante de Mompracem. Sólo necesitamos un sillón cómodo, apagar la tele e ir en busca de los tigrecitos. La entrada triunfal de la novela ("En la noche del 20 de diciembre de 1849 un violentísimo huracán azotaba a Mompracem, isla salvaje de siniestra fama, guarida de temibles piratas) nos confirma lo amenazador del dibujo de la portada: es una de piratas.

Cinco
Salgari escribió ochenta novelas. Sus libros fueron traducidos a cuarenta y dos lenguas, incluyendo el chino, el hebreo y (claro) el malayo. Se estima que se han vendido veintidos millones de libros de sus obras. El Corsario Negro y Sandokan fueron llevados al cine una y otra vez.
Pero nunca salió de Italia. De hecho apenas salió de Verona.

Seis
—¿Viste a la muchacha de los cabellos de oro? —preguntó Sandokán con emoción.
Y en la primera página nos damos cuenta que pese a ser un pirata peligroso, un hombre de ojos profundos, pelo al viento y barba renegrida (¿Habrá leído Ernesto Guevara "El Tigre de la Malasia" en su Rosario natal? Me juego a que si...) Sandokan, nuestro fiero líder de los tigres de Mompracem, se ha enamorado.

La muchacha de los cabellos de oro no es otra que Lady Mariana, sobrina del Lord inglés que ha llegado a Borneo a manejar la Colonia, cazar unos cuantos tigres y someter a los nativos. Triste destino el del tigre de enamorarse de la hija de su enemigo. También le pasó al Corsario (se su nombre, pero no puedo decirlo por pacto de honor entre caballeros... el sólo escucharlo implicaría tener que batirlos en duelo por espada), enamorado de la hija del traídor.

Estos señores, de pasión ilimitada y valor enceguecido, aman incorrecto.

¿Existe otra forma de amor verdadero?

Siete
Salgari terminó suicidándose.
Los beneficios de la escritura nos llevan a contar una vida en esas tres tristes tigres (malayos) apalabrados. Hubo penurias (veintidos millones de libros y nulos derechos de autor), ahogos económicos y la muerte de su mujer, Aida.

Su Lady Mariana.

Vamos de vuelta.

Salgari terminó suicidándose.

Se clavó un cuchillo en su estomago.
Un Criss Malayo... el mismo que Sandokan utilizó para silenciar al tigre.

Ocho
El rostro de Sandokán se oscureció.
—¡Adiós, piratería! ¡Adiós, Tigre de la Malasia! —exclamó.
De pronto se separó de Mariana y se inclinó sobre el
cañón de proa. El bergantín disparaba furiosamente verdaderas
nubes de metralla. Sandokán no se movía. Súbitamente se
levantó y aplicó la mecha. El cañón se inflamó y un instante
después el palo trinquete del bergantín, agujereado en su
base, caía al mar, aplastando la amura.

—¡Sígueme ahora! —gritó Sandokán.
El bergantín se detuvo, pero seguía disparando. Sandokán
tomó a Mariana, la llevó a popa, y mostrándosela al lord,
gritó:
—¡Mira a mi mujer!
Luego retrocedió, con los ojos torvos, los labios
apretados y los puños cerrados.
—¡Yáñez, pon la proa a Java! —murmuró.
Y aquel hombre que no había llorado en su vida,
prorrumpió en sollozos, diciendo:
—¡El Tigre ha muerto!


Nueve
El libro "El tigre de la Malasia" no tenía un sólo dibujo más allá del que iluminaba la tapa. Sin embargo, conocí a Sandokan, a Mariana, al fiel Yanez y a los valientes tigrecitos... conocí al flemático y detestable Lord, junto a esa selva malaya que no me abandonaría hasta los días que corren.

De vez en cuando sueño con Sandokan. Compartimos aventuras por territorios inhospitos... yo busco a la Luna, el a su Mariana... juntos descubrimos que la verdadera escencia del amor es pasar por todos los peligros imaginables (hasta el fragor del olvido) en busca de la mujer amada.

Diez
Una vez escuché, que uno es en parte, el primer libro que ha leído. Compadezco a aquel que le haya tocado El Principito, Mi planta de Naranja Lima o Platero y Yo. Sandokan es mi heroe y con él me embarco una vez más.

A recorrer Malasia, a recorrer los mares. Velas hinchadas y venas también. Sangre de Pirata, sangre de aventurero. Sangre de Sueños.

Aunque Salgari, no haya salido de Italia.
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