Que veinte años no es mucho
Veinte es cifra mítica para el argentino promedio. Que veinte años no es nada, que veinte años lo es todo, nos pasamos el siglo entero congelando a Lepera con esa frase. Veinte años son 240 meses, 7.305 días, 175.320 horas y 10.519.200 segundos. Hace veinte años la democracia era un juego nuevo para muchos de nosotros, un juego sin resultados efectivos ya que consistía en elegir una boletita sin saber que iba a ser de ella... Con la democracia se juega.
Ochenta left
Raul Ricardo Alfonsín fue claro en sus primeros discursos: "¡Por cien años de democracia!" El pueblo explotaba de alegría. A mis nueve años me iba acostumbrando a esto de ser el contreras de la familia y dije delante de la tele: ¿"Cien años nada más? ¿Y después... que?" Nadie quería decirme en voz alta lo que pensaba... llegar a seis años seguidos de democracia era algo que se había dado una sola vez en cincuenta años... Con la democracia se apuesta.
Demos al pueblo (o pueblo2)
El jueguito de la democracia (bah, el jueguito de la votación) se daba en todos lados. De repente los consorcios salían a hacer reuniones extraordinarias para elegir nuevo administrador del edificio y sacar al sargento retirado del tercero "D" para poner a la psicóloga del quinto "A". Los clubes de fútbol elegían presidente a cada rato, ni hablar de los centros de estudiantes.
Mi escuela no podía quedar afuera. Parte importante del progresismo porteño mandaba a sus hijos al Laura & Henry Fishbach. En cuarto grado, la semana del 30 de octubre de 1983, como correspondía, votamos entre todos al "Delegado de la limpieza" del aula.
veinte años despues, me pregunto que me impulsó a candidatearme para el puesto de portero del grado, sin embargo aun hoy, sigo sufriendo la aplastante paliza: 24 votos para Federico Gyuorkhovitz, 2 para Alejandra Piancioli y uno para este Humilde Escriba.
Podría echarle la culpa a la demagogia imperante. A que mi discurso hablaba de ideales (guardo el papel por ahí: "La basura es responsabilidad de todos, si me eligen no voy a limpiarles, voy a esperar que limpie cada uno su propia basura") contra la demagógica proclama del popular (y alto, lindo, carismático, etc .etc, etc...) ganador absoluto Federico G.("¡Voy a contratar a tres personas para que limpien todos los dias el aula y que traigan coca y galletitas en los recreos!). Podría echarle la culpa a cualquiera de estas causas... pero le eché la culpa a la democracia. Sin ella no hubiera perdido... entendí durante un segundo la ambiciosa seducción de los golpes de estado, la misma que sintieron todos los civiles y militares que voltearon muñecos (incluyendo a los "heroes democráticos como Balbín, el turco, Cavallo, Duhalde y el propio Alfonsín). No me alcanzaron las fuerzas para dar el golpe, pero no importó: Federico se cansó rápido del cargo para dedicarse a otros menesteres populares, Alejandra no aceptó reemplazarlo y con el voto único que saqué (autovoto, confiaba en mis condiciones) fui electo Delegado de limpieza por lo que restaba del año. Con la democracia se hereda.
Democracia colectiva
La sensación democrática era absoluta. Así como se hacían asambleas en el 2002, en el ´83 se votaba por lo que sea. Hasta en los micros se votaba para ver quien bajaba primero. En el colectivo 63, camino a flores, escuché a una señora protestar ante un empujon furtivo: "Che, no empujen, ¡Que estamos en democracia!.
Postámbulo
Es que tenía razón Alfonzo... con la democracia se hacía de todo. Era el enamoramiento de los primeros días... No tengo un peso pero estoy en democracia, no tengo amores pero estoy en democracia, no tengo vida pero estoy en democracia. Todo era nuevo. Y como las parejas nuevas, medíamos el tiempo en cachitos.
¿Vieron que al principio uno festeja hasta las fechas más risibles? "¡Hay mi turroncito de cajú, hoy cumplimos dos semanas de estar juntos... ¿Vamos al cine?" y el contesta "Tendrá que ser otro día... porque tu pichiruchi alquiló un velero para que una noche romántica camino a Punta del Este con su reina de miel dulce!". Bueno, con la democracia pasaba lo mismo. Festejabamos el primer mes, los cien días, el primer año, el festival por los 1000 días de democracia... Ahí fue cuando Alfonzo descubrió que tenía que pensar en el futuro. Ahí fue lo de "los cien años de..."
Por culpa de esa maldición, nos quedan ochenta años de lo mismo. Otra vez sopa. Con la democracia también se aburre.
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